Estamos acostumbrados a escuchar en los medios de comunicación, en las redes sociales y en general en todos los círculos en los que se comenta la actualidad que sin periodismo no hay democracia. Y cuando se produce un ataque a la libertad de expresión nos volcamos en defender a los que no la han podido ejercer con normalidad. Todos (o casi todos) somos conscientes de que esta profesión es necesaria para la construcción de sociedades en las que tengamos los mismos derechos y podamos vivir con las mismas oportunidades. Sin la denuncia pública de los trabajadores de la información, muchos de los asuntos que en la actualidad nos indignan no verían la luz y, en consecuencia, probablemente pasarían también desapercibidos por los despachos de los que tienen el poder de tomar decisiones para solucionar los problemas o de redoblar esfuerzos si las medidas adoptadas no han surtido los efectos deseados.
Pero para que muchos de estos temas lleguen a la ciudadanía es necesario contar con gente valiente a la que no le importe introducirse en los entornos más peligrosos del planeta si a cambio tenemos la oportunidad de conocer realidades tan duras como la que anoche nos mostró el tercer capítulo de En tierra hostil, el programa de Antena 3 que se adentra en algunos de esos lugares en los que la violencia y la marginalidad alcanzan su máximo esplendor y donde, por motivos obvios, las cámaras de televisión nunca son bienvenidas. Coraje, entereza y valor es lo que caracteriza a este equipo de grabación que en este caso estuvo capitaneado por la periodista Alejandra Andrade. ¿Quién sería capaz de entrevistar a un sicario que lleva en sus manos un arma que probablemente no le importaría disparar? ¿Quién pasearía por las calles de un barrio en el que la policía tiene prohibido el acceso? ¿Quién desafiaría las recomendaciones de los expertos y se atrevería a grabar desde una azotea el desolador panorama que presentan las calles de uno de los barrios más peligrosos de Colombia?
Se les podrá acusar de sensacionalistas, pero probablemente este tipo de formatos sean la única manera de visibilizar una realidad que normalmente permanece oculta a la mayoría. Y eso precisamente es el periodismo: poner el foco en los problemas para que se conozcan. Esto es periodismo con mayúsculas. Sin periodismo no hay democracia. Pero sin valentía no hay periodismo, no lo olvidemos.
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