Serpientes

Este año en la época estival no ha hecho falta tirar de las tradicionales serpientes de verano.


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Este año en la época estival no ha hecho falta tirar de las tradicionales serpientes de verano. Ya saben, aquellos temas que sin ser importantes o trascendentes adquieren relevancia en los medios de comunicación ante la falta de acontecimientos verdaderamente reseñables. Durante estas semanas, la actualidad se ha encargado de servir en bandeja y a manos llenas algunas de las noticias que, sin ninguna duda, encabezarán el anuario de 2023. Y vaya si lo han aprovechado.



La celebración de elecciones generales el pasado 23 de julio, cuyos resultados ya auguraban un largo periodo de negociaciones, fue tan solo el inicio de un trepidante agosto informativo en el que ha habido de todo y en las cantidades suficientes y convenientemente dosificadas para mantener en vilo a una sociedad que ha estado a punto de derretirse por las sucesivas e interminables olas de calor.



Entre chapuzón y chapuzón hemos seguido con vehemente atención la evolución de uno de los sucesos más espeluznantes de los últimos tiempos. El acontecimiento tenía todos los ingredientes para tenernos enganchados como si de una telenovela se tratara. Entiendo que el hecho de que el acusado sea familiar de un famoso le conceda mayor noticiabilidad, pero no que el rostro de ese familiar sirva para ilustrar las informaciones y horas y horas de televisión, porque no es necesario, ni justo. Algunos medios han traspasado sin ningún tipo de miramiento todos los límites morales. Pero, para ser sinceros, tampoco es algo que a estas alturas nos sorprenda, ni siquiera porque algunos se empeñen en vendernos la moto de que quieren cambiar su modelo de hacer televisión. De momento, el mismo perro con distinto collar.



Y mientras, tristes, veíamos calcinarse la isla de Tenerife llegaba la que probablemente haya sido la mejor y a la vez la peor noticia del verano. Uno de los triunfos deportivos más esperados, por su enorme importancia a nivel social, quedaba empañado por un despreciable y lamentable incidente cuyo autor, egocéntrico, machista y con cierto tufillo mafioso, se ha encargado de opacar emprendiendo una huida hacia adelante que, como todos preveíamos, ha tenido poco recorrido. De la utilización política del asunto y de sus ramificaciones berlanguianas, hablamos otro día.



Comienza el otoño y con él más oportunidades para que la clase política, los medios de comunicación y demás personajes sigan haciendo de las suyas. Nos queda el consuelo de poder ir comentando la jugada. Si nos lo permite la vergüenza ajena.


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