“Lim go home”

De nada sirve que rodees a tu hijo con el brazo y le acaricies el pelo durante el partido si a la vez estás echando la bilis por la boca.


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No, este artículo no es un alegato contra la gestión de Peter Lim como propietario del Valencia C. F., una gestión que, según los entendidos, es nefasta. “Lim go home” es la expresión más tierna, afectuosa, bonita y amable que se escucha estas semanas en los partidos que se juegan en el campo del Mestalla. El nivel de violencia verbal en el estadio del ‘Cap i Casal’ está por las nubes como consecuencia de la delicada posición del club en la clasificación de La Liga. Ha alcanzado un punto aterrador. Los aficionados del equipo están hartos de esta situación y protestan con vehemencia y al unísono con un arsenal de insultos y descalificaciones que la mayoría corea sin pestañear mientras algunos, tan solo unos pocos, nos quedamos totalmente ojipláticos.



“Rubiales, muérete”, “Lay Hoon, hija de puta” y “maricón” son, probablemente, los improperios más repugnantes y desagradables de todos los utilizados en el recinto para mostrar descontento, para desfogarse, para liberar la tensión acumulada. Pero no son los únicos. “Imbécil” y “subnormal” también forman parte del repertorio de la vergüenza, por citar solo un par de ejemplos. La gente, además, está muy exaltada. El nerviosismo, la rabia y la angustia se palpan en el ambiente. Por un momento uno piensa que se ha teletransportado y está presenciando un espectáculo en la Antigua Roma. ¿El ser humano no había evolucionado?



El apasionamiento, el fervor y el ímpetu son inherentes al deporte, especialmente al fútbol. Nadie nunca iría a presenciar un partido al estadio si lo que busca es tranquilidad, pero en el caso de parte de los aficionados del Valencia C. F. los límites se están sobrepasando. Todos estamos de acuerdo con que debemos ser civilizados y tratarnos con respeto y empatía para que nuestra vida en sociedad ser lo más agradable posible. Pues no entreguemos esos principios en el control de acceso como si de una botella de cristal se tratara.  Por todos, especialmente por los niños y niñas que acuden con sus familias. De nada sirve que rodees a tu hijo con el brazo y le acaricies el pelo durante el partido si a la vez estás echando la bilis por la boca.



El fútbol es un espectáculo que puede disfrutarse, y mucho, incluso sin que tengas el más mínimo interés por esta disciplina. La majestuosidad del entorno, el clima de fiesta y la música, que llega a través de los altavoces pero en Mestalla también gracias a los pasodobles que interpretan las bandas a pie de campo (un patrimonio cultural de incalculable valor en la Comunitat Valenciana), hacen que acudir de vez en cuando a vivir en persona este acontecimiento merezca mucho la pena. Sin embargo, el nerviosismo y la angustia están convirtiendo las gradas del templo valencianista en un lugar tremendamente desasosegante. Una lástima.


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