A pique

Los líos, las infidelidades y las discusiones ajenas generan en nosotros un chute de adrenalina que, parece ser, nos permite sobrellevar mejor los problemas, las preocupaciones y la rutina.


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Es inevitable. Nos gusta más un buen salseo que cualquier otra cosa. Los líos, las infidelidades y las discusiones ajenas generan en nosotros un chute de adrenalina que, parece ser, nos permite sobrellevar mejor los problemas, las preocupaciones y la rutina. Lo bueno es que los chismes nunca faltan. Siempre hay algo que comentar. Porque la gente no critica, la gente comenta. No nos confundamos. Y no hay que rebuscar mucho para que florezcan los asuntos susceptibles de convertirse en la comidilla del día, la semana o el mes.



Somos profesionales del cotilleo. Los programas especializados en esta materia no han surgido por generación espontánea. Son fruto de la sociedad y de sus ansias por hablar de manera indiscreta de los demás. Y no, no los ven solo cuatro gatos, por mucho que las encuestas se empeñen en convencernos de lo contrario. 



Hace ya algunas semanas saltó el que probablemente será el asunto más sonado del mundo del colorín de este 2023, y eso que apenas llevamos un par de meses andados. La repercusión mediática fue extraordinaria y, aunque el suflé de este tipo de historias baje tan rápido como sube, es indudable que encabezará todos los resúmenes y rankings el próximo diciembre. Hay que reconocer que la cuestión tenía todos los ingredientes para convertirse en un culebrón: pareja de famosos muy famosos, presuntas infidelidades, despecho… Y todo al ritmo de la música más actual. De la calidad de la canción mejor no hablemos.



Acepto que el tema suscite interés y que la gente lo critique. Digo… lo comente.  Pero una cosa es que tenga repercusión en redes o incluso en programas de entretenimiento y otra es que abra informativos. Aquellos días llegó a ser la segunda noticia en el sumario de un informativo matinal de ámbito estatal. Desconozco si también lo fue en otros noticieros emitidos en otras cadenas o franjas. Casi que prefiero no saberlo. No voy a descubrir el sensacionalismo imperante en la mayoría de los espacios informativos de nuestro país. Es palpable y no hay que investigar mucho para encontrarlo. Pero reconozco que me quedé perplejo.



Como diría el periodista y profesor Miguel Ángel Jimeno, cuesta abajo y sin frenos. Y mira que diariamente se publican y emiten ejemplos de buenas prácticas periodísticas, pero cuando me encuentro con casos como este solo me sale llevarme las manos a la cabeza. Puede que esa sea una de las razones por las que la gente pierde el interés por estar al tanto de la actualidad. Si se tiene que indagar para conocer lo verdaderamente importante, la mayoría acaba optando por vivir en la ignorancia. No les culpo.



Mientras unos facturan (la cancioncita lleva 340 millones de reproducciones solo en YouTube), a otros casi que nos apetece llorar, porque está claro que todo no puede ser hablar de política, economía o tragedias mundiales, pero no sé si es necesario despellejar a la gente en público para desahogarse y ganar un dinerillo con el que comprarse unos relojes o unos coches. Creo que no, pero el salseo se vende… Y la gente lo compra.


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